viernes, 21 de octubre de 2016

                                                            Más patrañas                          
            
           Después de la anterior campaña publicitaria del banco Sabadell, que titularon Nuevos tiempos y que iba dirigida a la gente y a las empresas en general (ya conté cómo uno de los anuncios televisivos de la misma me cambió la vida, por cierto), en la que se trataba de que mirásemos el futuro con confianza y optimismo a la vez que se reforzaban los “valores” de proximidad, confianza y compromiso con los clientes, nos sorprenden ahora con otra que se llama 100 respuestas inmediatas. Esta vez se trata de dirigirse a todo aquel que tenga un negocio, un comercio o sea autónomo, con la intención declarada de “desplazarse para nuestras necesidades”. Para ello nos muestran las respuestas “naturales e improvisadas” de una serie de personalidades españolas que aparecen, como es habitual, en primer plano y en blanco y negro, y de esta forma intentan producir cierta sensación de “veracidad”.
          En realidad no importa que dichos anuncios vayan dirigidos a trabajadores o a empresarios, pues, como dice el filósofo Antonio Valdecantos, sin ningún asomo de ironía, los empresarios son los que más trabajan y los trabajadores son también empresarios, especialmente en sus “vidas privadas”. Así que todos nos podemos beneficiar de los mismos consejos prácticos.
          Una de esas conversaciones con respuestas inmediatas se puede ver en Internet y tiene al exjugador de baloncesto Fernando Romay como interlocutor; dice así:

0:05 ¿Qué es lo que podría salvar el mundo?
0:08 La humanidad
0:10 Sí, sí... La conciencia. Que la humanidad tome conciencia de que tiene que salvar el mundo
0:15 Parece que últimamente lo único que quiere es solo salvarse su...
0:20 ¿culo se puede decir?

Dejemos a un lado el sarcasmo horrible que significa que el banco Sabadell diga que lo único que quiere alguien (la humanidad, en este caso) es salvar su culo, cuando fue este mismo banco el que compró la Caja Mediterráneo (CAM) en 2011 a precio de saldo (un euro) para ganar cuota de mercado sin importarle lo más mínimo que el Estado hubiera “rescatado” previamente dicha Caja y saliera perdiendo (por varios miles de millones euros) con la operación. Si yo hubiera tenido que responder a esa pregunta del Banco, habría preguntado primero ¿Salvar el mundo de qué?, pero comprendo que, cuando el objetivo es la inmediatez, no caben preguntas por parte del que responde, con lo cual yo habría respondido seriamente: “Está claro: ¡los superhéroes! Apenas llevan ochenta años intentándolo, pero démosles tiempo, que la empresa no es fácil”. Por otro lado, es innegable que el toque de naturalidad lo aporta el Banco insinuando la palabra culo, que nos cuela con un alley-oop Romay magistralmente. Para terminar de glosar la pieza de inmediatez y naturalidad en que consiste esta conversación, voy a citar textualmente unos párrafos del libro “La excepción permanente” (Díaz & Pons Editores) del profesor Valdecantos, que pertenecen al capítulo “Keywords para el súbdito tardomoderno”:
          “Toda época y todo espacio están atados a cierto repertorio de conceptos de uso obligatorio que forman una tópica a menudo difícil de describir, y en ocasiones muy resistente a cualquier inspección lúcida. Siempre hay, en efecto, un diccionario de conceptos vigentes que no son meras palabras dotadas de significado, sino dispositivos de placer, ingenios de destrucción, aparatos de vanidad o máquinas de tortura. No cabe, por ejemplo, usar las palabras “información”, “proyecto”, “vivencia” o “flexibilidad” sin prestar acatamiento a órdenes despóticas, y por lo general imbéciles, comprendidas en el corazón de cada uno de esos términos, verdaderos centros de potestad que gobiernan entendimientos y voluntades con mano de hierro candente. Como los hados, las keywords guían a quien les obedece y arrastran a quien se les resiste.” […] “Lo único inteligente y honrado que cabría, si fuera posible, con este género de palabras es no usarlas nunca, y lo deseable, no haberlas usado jamás.” […]
         “La autoridad de los modernos se asienta en eso a lo que, con un carácter sacral semejante al que tenía el de los antiguos, se llama conciencia, un órgano sabedor de lo que se debe hacer y evitar hacer, y que ha de autorizar acciones y omisiones, aunque carezca de cualquier capacidad físicamente coactiva, salvo la poseída por las potestades que sigan sus consejos.” […]
         “Contra lo que creyó Arendt, los tiempos modernos no han eclipsado la autoridad; tan sólo han inventado una nueva a su medida. O, mejor dicho, han forjado dos: una verdadera y otra falsa. La versión moderna de la autoridad tendrá que asentarse en una destilación de la idea del yo que permita investirlo de atributos sacrales y tratarlo con toda la distancia exigida por lo numinoso. Tal cosa sólo puede parecer una quimera a quien ignore que para la modernidad no hay empresas imposibles: el respeto que el propio yo reclama para sí en cuanto soporte de una “humanidad” sagrada es fundamento suficiente para la erección de una forma de autoridad que se distinga netamente de cualquier poder, y que se acople con las potestades de hecho en manera parecida a lo que en la República romana ocurría con la auctoritas y la potestas. El propio yo podrá ser para los modernos materia de exhibición impúdica, de disciplina férrea, de dispendio inmoderado, de aplicación tecnológica, de expresión compulsiva, de aprovechamiento casi pecuario, de transgresión festiva de cuidado escrupuloso o de la más metódica de las investigaciones, pero también permite ser usado como fuente de una seguridad incuestionable, necesaria para convalidar cualquier acto de poder. Basta con que lo mandado no lesione la conciencia del súbdito para que obtenga la autorización que necesita. Repárese en las leyes que amparan la llamada objeción de conciencia, las cuales son, en realidad, el más poderoso agente de autoridad del que quepa echar mano: si hay cierta clase de obligaciones cuyo cumplimiento puede declinar el súbdito por motivos de conciencia, se sigue que todas las demás están autorizadas por esta instancia, y en rigor no se exige nada más para que la cruda potestad reciba el respaldo de la forma moderna de la auctoritas.”

Otra respuesta inmediata a una pregunta del Banco nos la da el tenista Rafael Nadal, y ésta no es necesario buscarla en la Red porque la podemos ver actualmente en varios anuncios en la vía pública, al menos por Madrid. Ahí va:

      - ¿Qué es lo primero que haces cuando te levantas?
      -  Apagar el despertador

     Breve, pero llena de sabiduría. Por una parte, si atendemos al sentido normal de la respuesta, que se refiere a lo que hace Nadal al despertarse (y no al levantarse), nos está diciendo Ya veis, soy como cualquier otro trabajador, apago el despertador y me levanto. Pero, por otro lado, si nos fijamos en el sentido literal de la pregunta y la respuesta, resulta que Nadal oye el despertador, después se levanta y finalmente lo apaga. Es raro, sí, pero aquí está una de las claves del éxito deportivo -que es en realidad el espejo del éxito laboral y empresarial en que toda persona que quiera triunfar en la vida debe mirarse -, sí, levantarse de un brinco de la cama en cuanto suena el despertador, sin remolonear, con la actitud positiva y enérgica que se necesita para afrontar un día de trabajo duro.

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