domingo, 20 de marzo de 2016

                                         El traje nuevo del emperador


“Este es un anuncio para megafonía”, dijeron por megafonía y no añadieron más. El niño que iba agarrado de la mano de su padre preguntó: “¿Quién es Megafonía?” El padre contestó que Megafonía no era nadie, que se habían confundido y que, en realidad, habían dicho eso para probar el sistema de megafonía.
El niño dudó un momento y a continuación gritó: “¡No es verdad!”, y la gente que había en el andén, que estaba mirando y acariciando con los dedos las pantallas de sus teléfonos móviles, se volvió para mirarlo. “Sabíamos”, prosiguió el niño, “que el medio era el mensaje, pero ahora debemos asumir que también es el receptor”. El padre, avergonzado por las miradas burlonas y asustadas, tapó la boca a su hijo, pero éste se zafó y aún alcanzó a decir algo más: “¿En qué lugar quedamos entonces nosotros, los humanos, frente a las máquinas? ¿Acaso no veis que somos un apéndice suyo, que no nos servimos de ellas sino que son ellas las que nos controlan?”
Algunos se reían al escuchar al niño; otros, los que se tenían así mismos por hombres libres, agachaban la cabeza y seguían mirando sus móviles.