lunes, 11 de julio de 2016

Habla un experto

Por casualidad he visto esta entrevista que le hicieron en TV3 a un tal Jaume Miquel, especialista en realizar encuestas electorales y, por lo visto, uno de los pocos que pronosticó correctamente los resultados de las elecciones generales del pasado 26 de junio. El problema es que en la entrevista da su opinión acerca de las causas del resultado electoral saliéndose de su ámbito “técnico” y es entonces cuando se equivoca de manera estrepitosa. Esto del “técnico-especialista” o “experto” que habla de cosas que en un principio están relacionadas con su tema, pero que en realidad lo exceden y acaban diciendo trivialidades, en el mejor de los casos, o auténticos disparates que, sin embargo, muchas veces parecen de sentido común, esto, decía, es el pan nuestro de cada día, pero no por ello hay que dejar de criticarlo.
Lo que sí me parece interesante es esa explicación a penas esbozada en la pregunta del primer contertulio (Puigdet, creo que se llama), cuando habla de la volatilidad de las ideas y, por consiguiente, del voto en esta "sociedad líquida" (Zygmunt Bauman dixit). Esto mismo pensé yo hace días, o sea, si no sería la posmodernidad rampante la que podría explicar en alguna medida lo que ha pasado en las elecciones. Por supuesto, el señor Jaime Miquel lo rechaza de plano, diciendo "Lo que nosotros hacemos funciona", refiriéndose a sus encuestas, y digo yo, sólo le faltaba haber añadido: "...y todo lo que caiga fuera de nuestra malla de análisis determinada científicamente no vale la pena si quiera considerarlo".
Habrá gente a la que le parezca que decir que nuestro problema es, en parte, que somos unos frívolos posmodernos, significa menospreciarnos a nosotros mismos. Pero digo yo que menospreciar a quien cambia de ideas constantemente consiste en negarle el saludo, no escucharle ni darle la palabra, insultarlo, o cosas parecidas y peores que éstas, las cuales nada tienen que ver con afirmar lisa y llanamente que alguien cambia de ideas constantemente. Esta afirmación, por supuesto, puede ser falsa, pero nada más. Alguien que afirme hoy o en 1933 que los resultados de las elecciones que dieron el poder a Hitler democráticamente revelaban las ansias de venganza contra los ganadores de la I Guerra Mundial o el odio profundo hacia los judíos de, al menos, una parte del pueblo alemán, estaría diciendo algo muy grave sobre aquellas personas, pero algo que es verdad en cualquier caso, y desde luego no estaría menospreciando a nadie, pues bastante desprecio se hicieron ya aquellas gentes así mismas cuando actuaron de la manera que todo el mundo conoce. En fin, sólo quería recordar aquí que sobre las cuestiones demostradas y razonables (aunque luego resulten no serlo a luz de otras razones) no conviene aplicar el rodillo de la moral ni de la santa indignación, tan española ésta, para que desaparezcan de la vista o del oído.
En esta línea, he oído decir que, por ejemplo, el partido Podemos “ha pecado de inmediatez y fórmulas mágicas con mucho efecto”. Y estoy de acuerdo, porque vaya que si ha pecado Podemos de eso y de travestismo continuo, pero no con pecados de los que se quitan rezando tres avemarías y un padrenuestro, sino que más bien es su pecado original, el que lo constituye y le da vida. Y que conste que les voté, con la nariz tapada por un pañuelo empapado en alcohol, pero les voté.
En cuanto a la exaltación por parte de este señor, Jaume Miquel, de lo nuevo que se supone que representa Podemos (y Ciudadanos, ¡cómo no!) cuando dice, por ejemplo, que hemos pasado de la generación del caudillismo bipartidista a la generación que se interesa por la cosa pública, y que además esto ha sido propiciado por el 15M y los ciudadanos nuevos que se crearon a partir de entonces, pues bien, respecto a toda esta palabrería no estaría de más recordarle hechos tan vergonzosos como que los señores Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, y alguna más de su gente, recibieran financiación de una cadena de televisión iraní (Irán, ya se sabe, ese país defensor a ultranza de los derechos de las mujeres) para su programa de televisión hasta un mes antes de las elecciones del 20 de diciembre de 2015 (http://www.abc.es/espana/abci-pablo-iglesias-cobro-iran-hasta-menos-antes-elecciones-201601290201_noticia.html), y, al mismo tiempo, se declaren un partido feminista. Maquiavelismo puro y duro, claro. Cosas como ésta hacen pensar que en realidad lo nuevo nació viejo, como seguramente no podía ser de otra manera.
Los cambios que, en principio, traerían un gobierno de izquierdas en España serían muy deseables, aunque sólo fueran por comparación con lo que ha hecho y seguirá haciendo la derecha, pero viniendo como vienen lastrados algunos partidos (Podemos, otra vez) con los nacionalismos (estos no parecen ser un lastre para ellos sino parte de su peso propio constituyente, del que incluso se enorgullecen), no se sabe cómo podría acabar la cosa. Sin embargo, el cambio más necesario, embridar ese caballo desbocado que galopa hacia el abismo y que se llama Capitalismo, me temo que no lo veremos. Ese caballo es un animal monstruoso que excede las fuerzas humanas, así que no digamos las solas fuerzas de España.
"La revolución tecnológica ha hecho transparente la gestión del mundo" es otra de las grandes frases que pronuncia Jaume Miquel, a mi juicio, vacías. En lugar de eso, la revolución tecnológica está haciendo transparente a muchas grandes empresas la vida privada de las personas, con su consentimiento y sin él, como demostró Edward Snowden. ¿A estas revelaciones (u otras, como las de Wikileaks) se refiere Jaume Miquel? Estas revelaciones han ocurrido siempre por unos medios u otros, pero de ahí a decir que la gestión del mundo se ha hecho transparente... Si lo que se quiere decir con esa expresión es que hoy conocemos cómo nos gobiernan las grandes empresas y los gobiernos nacionales gracias a la tecnología, yo diría que no, que es más bien gracias al (buen) periodismo, por mucho que se valga de medios electrónicos para ello. Pero además, para adquirir ese conocimiento hace falta leer y pensar, lo digo porque la palabra "transparencia" en esa frase y en otras de ese jaez, da a entender que sólo hace falta mirar hacia el objeto en cuestión y asimilarlo automáticamente con la mirada, y, claro, nada más lejos de la realidad. Hoy, como siempre, para saber algo acerca de cómo funciona el mundo y que no nos engañen como a chinos hace falta tomarse tiempo y dedicar esfuerzo para aprenderlo.
Aún diría más, en el terreno de la información, aunque no sólo ahí, las nuevas tecnologías hacen más opaco el mundo, entre otras cosas, porque estamos sometidos a aquello que ya cantaba hace años Paul Simon (en su disco maravilloso Graceland): “…staccato signals of constant information…”



domingo, 10 de julio de 2016

                       Sobre la moderna psicopedagogía


He encontrado por casualidad una entrevista a Ricardo Moreno, que fue mi profesor en segundo de carrera, y de quien recuerdo perfectamente que nos dijo un día: "Yo soy profesor en un instituto, o lo que es lo mismo, me dedico a domar fieras". El hombre era muy amable y buen profesor, y además se pasó de bueno en el examen porque lo puso bastante fácil y dio varios sobresalientes. El caso es que estoy muy de acuerdo con sus opiniones: http://www.elmundo.es/sociedad/2016/02/26/56cf824346163fe7468b45b5.html.

Hay quien piensa que la escuela debe tener en cuenta las necesidades de los alumnos y las dificultades de las personas de clase baja, argumentando que la escuela está pensada para el “saber-hacer de la clase media y alta”. Yo pienso que las necesidades de los alumnos con necesidades especiales se atienden bastante bien desde hace años, aunque los recortes en Educación han tenido un impacto importante. Pero, dicho sea de paso, atender las necesidades de los alumnos, así en general, suena, no por casualidad, a atender las necesidades de los clientes, que es uno de los falsos principios del capitalismo moderno. Volviendo al tema, y dejando a un lado los efectos de la gestión de la crisis (y no de la crisis sin más, como se suele decir), el hecho cierto es que hay más gente de clase baja que de otras clases que obtiene los peores resultados académicos y que abandona la escuela, y esto no se debe a una mala aplicación de la pedagogía por parte de los profesores, creo yo, sino más bien a la poca importancia que se le da a los estudios en esas casas (¡ojo! que no estoy culpando a las familias sin más, pues soy consciente de los condicionantes sociales) y a los barrios donde suele vivir mayoritariamente la gente de clase baja, que determinan enormemente el nivel académico en las aulas. Para lo primero, la única solución que se me ocurre es escolar, que haya más refuerzos y menos alumnos por clase me parece fundamental; y para lo segundo, hace falta una política urbanística distinta, en la que se mezclen en todos los barrios gentes de todas las clases, como, por lo visto, ocurría en París hace 40 años, antes de que se abandonara a la gente (inmigrantes, principalmente) a su suerte y se dejaran crecer desmesuradamente las banlieues con gente pobre, hasta llegar, voila!, al problemón que tienen allí, por poner un ejemplo.  
Es decir, una cosa es la cuestión académica y otra la social, y aunque ambas están relacionadas, hay que buscar soluciones para no deteriorar el nivel educativo en las escuelas. Estas soluciones, que tienen que venir por la vía de la políca principalmente, son bastante más complejas y caras de lo que piensan y proponen los psicopedagogos.
También se oyen continuamente alegatos contra la memorización de cualquier cosa, pero es indudable que para llegar a saber un poco sobre alguna materia hace falta memorizar, pero no para vomitarlas como un papagayo el día del examen, sino porque a uno le resulten interesantes, y esto ya depende de dos cosas: que el profesor sepa enseñar bien y que el alumno tenga cierta predisposición a aprender o, por lo menos, no rechace todo lo que le cuentan en la escuela. El esfuerzo no es un valor en sí mismo, pero cuando una asignatura no te gusta, y siempre las habrá, no queda más remedio que esforzarte, y todo lo demás, como lo de aprender jugando (más allá de los primeros cursos y sólo a ratos), aprender a aprender (más allá de las dos o tres técnicas de estudio que se pueden aprender, pero los pedagogos no se refieren a esto) o dejar que los niños descubran las leyes de la Física por sí mismos (la experimentación está bien, pero sin el conocimiento teórico que requiere horas de estudio, no sirve para nada), son locuras de psicopedagogo. 
En Francia, las Hautes Ecoles han hecho muy bien dejando la forma clásica de enseñar como estaba, igual que en Oxford y Cambridge han acertado al no querer implantar Bolonia en sus aulas. El nivel de la enseñanza media y de la Universidad bajó en España a partir de finales de los setenta, como seguramente no podía ser de otra forma, gracias a la democratización de las instituciones de enseñanza, pero a partir de los años noventa, cuando los psicopedagogos irrumpieron en escena, la cosa empezó a caer en picado, y eso ya no era necesario. Por cierto, acerca de cómo las Universidades se están convirtiendo en jardines de infancia, recomiendo encarecidamente el libro "El saldo del espíritu" de Antonio Valdecantos.
Para intentar demostrar lo contrario de lo que yo sostengo aquí apoyándome no en datos y estadísticas sino en las opiniones de profesores que, como Ricardo Moreno, han dado clase durante muchos años, es decir, para intentar demostrar que el nivel educativo no ha bajado en España durante las últimas décadas, que a nadie se le ocurra acudir a los famosos informes PISA, ni a nada parecido, entre otras cosas porque estos informes los elabora la OCDE, que no es precisamente una organización que destaque por su interés en eso del desarrollo espiritual e intelectual pleno de las personas, sino más bien en el rendimiento de las mismas de cara a su inserción más eficaz en el mercado laboral. Es fácil imaginarse que el nivel de las pruebas PISA, pero no los resultados de las mismas, habría variado sustancialmente si se hubieran empezado a hacer hace 30 o 40 años, y que esto, por otra parte, a la OCDE le habría dado exactamente igual. En la Wikipedia se dice lo siguiente sobre dichas pruebas: "Las soluciones de los estudiantes se registran digitalmente y se envían al centro del proyecto internacional en Australia, donde se evalúan. Ahí, las preguntas y los problemas se califican como “correctos” o “incorrectos”. Según la cantidad de estudiantes que hayan respondido un problema de forma “correcta” se define la “dificultad” del problema. Dependiendo también de la cantidad de problemas que haya resuelto un estudiante, se reconoce un margen de valores de competencia “plausibles” en el mismo".

Como mencionaba al principio, hay gente que sostiene que es muy arbitrario lo que se valora en la escuela y que quienes lo deciden son muy a menudo gente de clase media-alta y urbanita. Al final, dicen, el ideal es un joven de ciudad con un titulo de ingeniero y que sabe de historia y literatura, y parece, continúan diciendo, como si ser culto fuese fundamentalmente tener conocimientos en ciencias sociales, saber de ciencias o tocar un instrumento, y que saber cultivar un huerto o coser, por ejemplo, es menos lucido.
A quien piensa así yo le diría que en la escuela (y no en la formación profesional, donde sí se enseña costura, horticultura, ganadería, albañilería, carpintería, etc), por muy variadas que parezcan las "cosas que se valoran", es decir, que se enseñan y aprenden, yo no creo que sean en absoluto arbitrarias, ya que desde la historia hasta las matemáticas, pasando por la música o la pintura, resulta que lo que tienen en común (o deberían tener, ya que hoy en día se imparte toda clase de morralla en pie de igualdad con las asignaturas clásicas) todas ellas es la pertenencia al mundo del espíritu, mientras que coser o cultivar la tierra son "hijas de la necesidad", lo cual no quiere decir que uno no pueda disfrutar practicándolas, por supuesto. La escuela es, para muchos, el primer y único contacto con las materias del espíritu y del intelecto, y recortar el tiempo que se les dedica sería disminuir las posibilidades que tienen para desarrollarse plenamente, y para esto, para el desarrollo espiritual e intelectual pleno, no vale cualquier cosa, es decir, sólo valen la historia, la pintura, las matemáticas, la lengua y unas pocas más, mientras que, por el contrario, no parece que haya forma de discernir cuales de todas las actividades de tipo práctico que existen son las más idóneas para ser enseñadas en la escuela.
Cosa distinta es eso del prestigio social que aporta un título universitario (si es de ingeniero o médico mejor, claro, ya se sabe), así como el hecho de ser culto. Esto no tiene mucho que ver con aprender con placer las materias concretas que los buenos profesores enseñan. Una de las peores cosas que uno puede hacer es pretender ser culto o estudiar para ganarse un prestigio. Al culto su cultura le reporta placeres de la misma manera que al capitalista se los dan sus riquezas, ambos persiguen (y a menudo consiguen) epatar.

Por otro lado, no creo que tener una buena autoestima y saber expresar los sentimientos propios ayude a aprender y a ser curioso, como sostienen los psicopedagogos. Al menos a mí nunca me ha ayudado a aprender ni a tener más curiosidad por nada, pero también es verdad que nunca le he dado mucha importancia a eso de la autoestima. Pero tampoco creo que sea el caso de los que más y mejor aprenden ni de los que, justamente para ello, mantienen una curiosidad genuina a lo largo del tiempo, pues estos, entre los que se encuentran los que verdaderamente aportan alguna cosa de valor a la literatura, el arte o la ciencia son, muchas veces, unos inadaptados sociales, tienen la autoestima por los suelos o son incapaces de expresar sus sentimientos en público.
Esto no quiere decir que, si un niño cree que es un tonto que no sirve para nada o se muestra incapaz de expresar mínimamente lo que siente, no haya que ayudarle también en la escuela. Pero eso de que cuanto más alto tengamos la autoestima todos, niños y mayores, mejor, siempre me ha parecido un error, porque, además de sonar muy vacuo y cursi, nace de la "ética del self" (los primeros libros que hablaron de la autoestima fueron los libros de autoayuda anglosajones), que es mucho peor que la "ética de la perfección", es decir, la idea de que uno debe intentar siempre ser mejor de lo que es, porque buenos, buenos, lo que se dice buenos, a poco que nos miremos con un poco de honestidad, no somos nadie.

sábado, 9 de julio de 2016

                                                 La cuadratura del círculo