Los textos que siguen nacieron con la intención de ser publicadas como Cartas al Director de algún periódico, pero no encontraron su destino porque fueron rechazadas o porque me cansé de enviarlas. Al menos aquí encuentran un lugar:
(La
ética de El Corte Inglés)
Estos
días se puede ver por las calles y en el metro de Madrid un anuncio de El Corte
Inglés, aunque probablemente se esté también administrando a través de la radio
y la televisión, en el que aparecen varios motivos navideños apelotonados en
forma de caja-regalo y una frase que dice “Regala
Navidad”. No se intenta persuadir a nadie para que compre un bien o un
servicio determinado y, por tanto, en rigor, se nos dice que no compremos nada,
que “Regalemos Nada”, ya que La
Navidad es algo que no se puede regalar. Sin embargo, ese “Regala Navidad” apenas puede disimular el grito que lleva dentro: “¡Regalad en Navidad!”, es decir, “¡Consumid!”, eso sí, desde la primera
persona del imperativo para que sintamos el trato individual que todo cliente,
aunque sea potencial, merece y no creamos que se dirigen a nosotros como a
miembros indiferenciados de una masa, no, que eso sólo ocurre en países
totalitarios. Pero no deberíamos sorprendernos ni ofendernos por esto, pues,
como todo iniciado en economía sabe y tantas y tan excelentes escuelas de
negocio enseñan, el consumo es, en buena medida, lo que hace ricas a las
naciones. Aunque el consumo es también producción gracias a la publicidad, o ¿acaso hace algo distinto esta industria, la de la publicidad, que producir consumidores?
No
acaba ahí lo que El Corte Inglés, honestamente, quiere expresar. Ese mensaje
trata de recordarnos que lo importante de un regalo de Navidad no es el regalo
en sí mismo, sino el sentimiento que hay detrás, pues, como todo el mundo sabe
o debería saber, la intención es lo que cuenta. Así que, volviendo al
principio, como lo importante es la idea o el sentimiento y lo de menos es el
regalo concreto que hagamos, parece que la interpretación literal del mensaje “Regala Navidad” como “Regala Nada” también es adecuada.
Pero
más allá de minucias teóricas, alguien debería agradecer a El Corte Inglés
tanta contribución ética por estas fechas.
Diciembre de 2011
(Ciencia
y capitalismo)
Comienza
José Manuel Sánchez Ron su artículo “Ganar el futuro a través de la ciencia”,
publicado por El País (
http://elpais.com/elpais/2012/04/26/opinion/1335435793_896878.html),
citando a Bernardo Houssay:
"El desarrollo científico es condición de
libertad, sin él se cae en el colonialismo político, económico y cultural;
además se vive en la pobreza, ignorancia, enfermedad y atraso. Estamos en una
era científica y la ciencia es cada vez más importante en la sociedad y rinde
más y mejores frutos. Es indispensable su cultivo para que un país tenga bienestar,
riqueza, poder y aun independencia". En primer lugar los países no caen en
los mencionados colonialismos por mera falta de desarrollo científico, antes
bien, y especialmente hoy en día, son los países que fabrican el armamento más
mortífero gracias a la tecno-ciencia los que establecen
relaciones más injustas con los que han desarrollado menos dichos aparatos de destrucción o no
los han desarrollado en absoluto (esto es una obviedad histórica). Además, de
los cuatro jinetes del apocalipsis (pobreza, ignorancia, enfermedad y atraso)
que, según el autor de la cita, también tienen su origen en la falta de
desarrollo científico, yo solo coincido con uno: la enfermedad, y tampoco todas
las enfermedades, pues ¿qué decir de las
"enfermedades del alma"
originadas precisamente, o al menos potenciadas, por la sociedad
hipertecnificada en la que vivimos?
Acerca del primero de los otros tres males, la
pobreza, creo que es un concepto relativo, como de hecho es bien sabido por la
antropología, por contraposición al concepto de riqueza que una sociedad tiene.
El concepto de riqueza dominante en la mayoría de las teorías económicas, al
menos desde Adam Smith, concuerda efectivamente con lo que Bernardo
Houssay dice sobre la ciencia, esto es, que "es cada vez más importante en
la sociedad y rinde más y mejores frutos". Creo que concuerda porque
desde un punto de vista económico da igual que dichos frutos salgan de la
industria armamentística o que lo hagan de la industria farmaceútica; y este
punto de vista económico es el único posible desde el que interpretar dicha
frase, ya que de otra forma no se entendería que calificara positiviamente los
frutos que da, por ejemplo, la mencionada industria armamentística. En otras
palabras, se está defendiendo la idea de que cualquier avance científico o
tecnológico es también un progreso social.
Sobre la ignorancia y el atraso, no merece la pena
siquiera mencionar alguna de las muchas sociedades humanas con ricas y variadas
culturas que han existido y que sin embargo no han contribuido o han
contribuido muy poco al desarrollo científico, pues el conocimiento científico
es sólo una rama del saber.
Que vivamos de hecho en una "era
científica", no implica que, de derecho, tenga que ser así. El ámbito
político es el único en el que deben dirimirse los asuntos humanos que atañen a
las comunidades. Sobre la definición de las eras en el ámbito de la Historia Natural
decía el gran paleontólogo Stephen Jay Gould que no es verdad que vivamos en la
"era de los mamíferos", ni siquiera en la "era de los
animales" por grande que sea la diversidad biológica de este reino;
vivimos, desde que empezó la vida en la Tierra, en la "era de las
bacterias" sea cual sea el criterio que se elija para definir las “eras de
la vida” (La grandeza de la vida, Editorial Crítica). Usando esto como símil
podríamos decir que, aunque vivir en la "era de la Política" quizá no
fuera del todo deseable, sería un gran error pretender vivir en la "era de
la Ciencia", pues podríamos acabar convertidos en algo totalmente distinto
a lo que somos, y de hecho por ese camino vamos. No es que lo diga yo, es que
lo dicen -con incomprensible entusiasmo-, por ejemplo, eminentes genetistas
cuando hablan de que el día de mañana será posible tener alas o vivir
eternamente.
Sánchez Ron reclama la política para "hacer
hincapié en el valor de programas específicos de investigación y desarrollo,
asociados a necesidades socioeconómicas concretas", y esto me parece bien,
pero creo que se queda demasiado corto. Sería un gran error limitar la acción
política a ese terreno, porque eso implicaría dejar las cosas como están en el
terreno de la economía (como esfera separada de la política), que es donde se
ponen en juego los resultados técnicos que se derivan de los avances
científicos. Si desde la política no se establecen reglas económicas menos
despiadadas –y no solamente en el campo financiero, lo cual es cada día más perentorio-
que las que vienen dominando nuestras vidas, creo que lo menos importante será
abanderar la Ciencia como motor del Desarrollo, porque al Desarrollo le ocurre
como a la Historia, que lo que más le importa es su propio avance, el cual está
por demostrar que sea un avance propiamente humano, esto es, un progreso.
Desgraciadamente la cita de Gabriel García Márquez en el artículo de Sánchez
Ron va también en esta línea de ensalzamiento de la Historia Universal cuando
dice (en 1985): "medio mundo celebrará el amanecer del año 2001 como una
culminación milenaria".
Para terminar transcribo una cita del economista
José Manuel Naredo, que creo viene a responder de alguna manera a los
entusiastas de la ciencia como motor último de las sociedades del siglo XXI:
"Después de ver porqué y cómo la ley de la
entropía rige no sólo para la energía sino también para los materiales, cabe
concluir que la manipulación inevitablemente conjunta de ambos debe guiarse por
criterios económicos y no sólo técnicos. Detrás de los límites que la
tecnología impone a tales manipulaciones, debe levantarse otra frontera más
estricta que valore el interés económico de las mismas. Pues si el hombre ha
conseguido a nivel experimental romper y construir átomos y moléculas o
fabricar nuevos materiales que no existían en la naturaleza, se impone
considerar si resulta posible y económicamente pertinente generalizar la aplicación
de tales experimentos a escala planetaria como instrumentos útiles para
mantener y enriquecer a la especie humana. La ciencia económica debería
preocuparse de sentar el aparato conceptual y teórico necesario para analizar
estos aspectos, que los practicantes de las ciencias de la naturaleza, en la
euforia de sus conocimientos parcelarios, suelen perder de vista. Lo cual, con
el apoyo de estados o empresas que no acostumbran a razonar a este nivel de
globalidad, sino a otros mucho más parciales e insolidarios de una ciencia
económica servil a estos enfoques, ha llevado a que un puñado de países
industrializados desarrolle tecnologías cuya aplicación generalizada puede ser
incompatible con el mantenimiento de la biosfera y de la especie humana." (La
economía en evolución, Editorial Siglo Veintiuno).
Abril
de 2012
(La
educación española)
Luis
Miguel Santos Unamuno escribió hace unos días en el periódico (
Presente contra futuro, El Pais,
10.12.2013:
http://elpais.com/elpais/2013/12/09/opinion/1386606812_978423.html)
ciertas opiniones sobre la Educación en España que me gustaría comentar. Me
parece que presentar, como hace él, las dos posibles causas del fracaso
educativo en España como excluyentes: o el sistema educativo o la sociedad, es
un error, pues resulta evidente que ambas causas forman parte del origen del
problema y además están relacionadas. Una buena prueba de esto la vamos a
experimentar muy pronto por desgracia, pues la LOMCE entrará en vigor y la
calidad de la educación caerá aún más, entre otras cosas por el enorme recorte
presupuestario que va a suponer esta ley con respecto a la anterior, por mucho que el señor Ministro se empeñe en negarlo, pero no
sólo por esto. Como la sociedad no va a cambiar en tan poco tiempo, no será
achacable a ésta el previsible empeoramiento de la Educación (de hecho esto es
lo que viene ocurriendo desde hace años en Comunidades como la de Madrid, que
ha sido pionera en algunas de las medidas que ahora introduce la nueva ley
estatal). Conclusión: el sistema educativo, que incluye cuestiones tan de
detalle pero tan importantes como son el número de becas, cómo se reparten y su
cuantía, influye y mucho en la calidad de la Educación.
De
todas formas, si yo estuviera equivocado y resultara que, como dice Luis
Miguel Santos Unamuno, la causa fundamental y única del estado de la Educación
se debe a la sociedad española, en contraste con la sociedad finlandesa, esa
gran triunfadora, entonces el autor debería haber concluido en buena lógica a
la manera del otro Miguel de Unamuno, el filósofo, diciendo: "Que inventen
ellos", pues a esta alturas de la Historia el caso español debería darse
por perdido.
Además,
en un inusitado ejercicio de retórica, el autor relaciona, entre otras cosas,
el absentismo escolar (un 25% en el instituto en el que trabaja Santos
Unamuno, aunque él también se abstiene de informarnos acerca de la
representatividad de dicha cifra en relación con el resto de centros existentes)
con el absentismo laboral (ausencia de datos por su parte, aunque me temo que
el dato real queda muy lejos de ese 25% de absentismo escolar con el que se
pretende comparar) o incluso con los trabajos en la economía sumergida, estos
últimos elegidos, como todo el mundo sabe, tan libremente como se elige faltar
a clase, así como con resultados y consecuencias equiparables. Lo que sí es un
25% (un 20% según las estimaciones más optimistas) es el porcentaje de la economía
sumergida con respecto al PIB, pero resulta que los máximos responsables de esto
son los patronos y no sus empleados, ya que, según los datos de los Técnicos del Ministerio de
Hacienda, alrededor de un 75% de esa economía sumergida se debe a medianas y
grandes empresas que facturan más de 6 millones de euros al año. Pero parece
que con sus ejemplos Santos Unamuno ha querido distorsionar la realidad
para intentar convencernos de forma torticera de que la inmoralidad del alumno
que hace novillos, que se supone consiste en faltar a su deber de asistir a
clase, es sin más imitación de la inmoralidad de la persona cercana al chaval
que decide trabajar en la economía sumergida.
Diciembre de 2013
(La
libertad de Vargas Llosa)
Leí
un artículo de Mario Vargas Llosa en El País
(http://elpais.com/elpais/2014/01/24/opinion/1390564257_262878.html) y, aunque
no es la primera vez que escribe cosas así ni probablemente la última que yo
las lea, no dejó de sorprenderme y de indignarme, porque además seguro que hay
gente que, como escribe tan bien y es que, claro, es VARGAS LLOSA, todo le
parece estupendo. Decía, por ejemplo, "...en las democracias más
avanzadas, donde, con diferencias más de matiz que de esencia, entre democristianos
y socialdemócratas y socialistas, liberales y conservadores, republicanos y
demócratas, hay unos consensos que dan estabilidad a las instituciones y
continuidad a las políticas sociales y económicas...", y uno no sabe si se
está riendo de uno, o no se ha parado a pensar lo que ha escrito, o se refiere
a algún tipo de continuidad discontinua.
Además
el azar ha querido que hoy yo haya releído una reflexión de Sánchez Ferlosio en
su libro Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (Editorial Destino) que
dice así: "Pasiones y principios tienen de común la
irresponsabilidad de no reparar en consecuencias. ¿Acaso Fiat iustitia
et pereas mundus es menos ciego y absoluto que Right or wrong
my country? La sospecha de que un principio puede no ser, a la postre, más
que una pasión aumenta al considerar que el primer -o último- juicio parece que
tiene que ser necesariamente, por su sola posición, un juicio de valor. Y
ahora, al mirarlas por segunda vez, encuentro que las dos consignas ponderadas
están insospechadamente próximas." Pues eso, que si en lugar de Que
se haga justicia, aunque perezca el mundo, Sánchez
Ferlosio hubiera escrito lo que afirma Vargas Llosa hacia el final de su
texto: La libertad, valor supremo, es una e
indivisible y que ella debe operar en todos los campos para garantizar el
verdadero progreso, el sentido no habría cambiado lo más mínimo.
Enero
de 2014