jueves, 10 de julio de 2014

Los textos que siguen nacieron con la intención de ser publicadas como Cartas al Director de algún periódico, pero no encontraron su destino porque fueron rechazadas o porque me cansé de enviarlas. Al menos aquí encuentran un lugar:



(La ética de El Corte Inglés) 
Estos días se puede ver por las calles y en el metro de Madrid un anuncio de El Corte Inglés, aunque probablemente se esté también administrando a través de la radio y la televisión, en el que aparecen varios motivos navideños apelotonados en forma de caja-regalo y una frase que dice “Regala Navidad”. No se intenta persuadir a nadie para que compre un bien o un servicio determinado y, por tanto, en rigor, se nos dice que no compremos nada, que “Regalemos Nada”, ya que La Navidad es algo que no se puede regalar. Sin embargo, ese “Regala Navidad” apenas puede disimular el grito que lleva dentro: “¡Regalad en Navidad!”, es decir, “¡Consumid!”, eso sí, desde la primera persona del imperativo para que sintamos el trato individual que todo cliente, aunque sea potencial, merece y no creamos que se dirigen a nosotros como a miembros indiferenciados de una masa, no, que eso sólo ocurre en países totalitarios. Pero no deberíamos sorprendernos ni ofendernos por esto, pues, como todo iniciado en economía sabe y tantas y tan excelentes escuelas de negocio enseñan, el consumo es, en buena medida, lo que hace ricas a las naciones. Aunque el consumo es también producción gracias a la publicidad, o ¿acaso hace algo distinto esta industria, la de la publicidad, que producir consumidores?
No acaba ahí lo que El Corte Inglés, honestamente, quiere expresar. Ese mensaje trata de recordarnos que lo importante de un regalo de Navidad no es el regalo en sí mismo, sino el sentimiento que hay detrás, pues, como todo el mundo sabe o debería saber, la intención es lo que cuenta. Así que, volviendo al principio, como lo importante es la idea o el sentimiento y lo de menos es el regalo concreto que hagamos, parece que la interpretación literal del mensaje “Regala Navidad” como “Regala Nada” también es adecuada.
Pero más allá de minucias teóricas, alguien debería agradecer a El Corte Inglés tanta contribución ética por estas fechas.

Diciembre de 2011


(Ciencia y capitalismo)
Comienza José Manuel Sánchez Ron su artículo “Ganar el futuro a través de la ciencia”, publicado por El País (http://elpais.com/elpais/2012/04/26/opinion/1335435793_896878.html), citando a Bernardo Houssay: "El desarrollo científico es condición de libertad, sin él se cae en el colonialismo político, económico y cultural; además se vive en la pobreza, ignorancia, enfermedad y atraso. Estamos en una era científica y la ciencia es cada vez más importante en la sociedad y rinde más y mejores frutos. Es indispensable su cultivo para que un país tenga bienestar, riqueza, poder y aun independencia". En primer lugar los países no caen en los mencionados colonialismos por mera falta de desarrollo científico, antes bien, y especialmente hoy en día, son los países que fabrican el armamento más mortífero gracias a la tecno-ciencia los que establecen relaciones más injustas con los que han desarrollado menos dichos aparatos de destrucción o no los han desarrollado en absoluto (esto es una obviedad histórica). Además, de los cuatro jinetes del apocalipsis (pobreza, ignorancia, enfermedad y atraso) que, según el autor de la cita, también tienen su origen en la falta de desarrollo científico, yo solo coincido con uno: la enfermedad, y tampoco todas las enfermedades, pues ¿qué decir de las "enfermedades del alma" originadas precisamente, o al menos potenciadas, por la sociedad hipertecnificada en la que vivimos?
Acerca del primero de los otros tres males, la pobreza, creo que es un concepto relativo, como de hecho es bien sabido por la antropología, por contraposición al concepto de riqueza que una sociedad tiene. El concepto de riqueza dominante en la mayoría de las teorías económicas, al menos desde  Adam Smith, concuerda efectivamente con lo que Bernardo Houssay dice sobre la ciencia, esto es, que "es cada vez más importante en la sociedad y rinde más y mejores frutos". Creo que concuerda porque desde un punto de vista económico da igual que dichos frutos salgan de la industria armamentística o que lo hagan de la industria farmaceútica; y este punto de vista económico es el único posible desde el que interpretar dicha frase, ya que de otra forma no se entendería que calificara positiviamente los frutos que da, por ejemplo, la mencionada industria armamentística. En otras palabras, se está defendiendo la idea de que cualquier avance científico o tecnológico es también un progreso social.
Sobre la ignorancia y el atraso, no merece la pena siquiera mencionar alguna de las muchas sociedades humanas con ricas y variadas culturas que han existido y que sin embargo no han contribuido o han contribuido muy poco al desarrollo científico, pues el conocimiento científico es sólo una rama del saber.
Que vivamos de hecho en una "era científica", no implica que, de derecho, tenga que ser así. El ámbito político es el único en el que deben dirimirse los asuntos humanos que atañen a las comunidades. Sobre la definición de las eras en el ámbito de la Historia Natural decía el gran paleontólogo Stephen Jay Gould que no es verdad que vivamos en la "era de los mamíferos", ni siquiera en la "era de los animales" por grande que sea la diversidad biológica de este reino; vivimos, desde que empezó la vida en la Tierra, en la "era de las bacterias" sea cual sea el criterio que se elija para definir las “eras de la vida” (La grandeza de la vida, Editorial Crítica). Usando esto como símil podríamos decir que, aunque vivir en la "era de la Política" quizá no fuera del todo deseable, sería un gran error pretender vivir en la "era de la Ciencia", pues podríamos acabar convertidos en algo totalmente distinto a lo que somos, y de hecho por ese camino vamos. No es que lo diga yo, es que lo dicen -con incomprensible entusiasmo-, por ejemplo, eminentes genetistas cuando hablan de que el día de mañana será posible tener alas o vivir eternamente.
Sánchez Ron reclama la política para "hacer hincapié en el valor de programas específicos de investigación y desarrollo, asociados a necesidades socioeconómicas concretas", y esto me parece bien, pero creo que se queda demasiado corto. Sería un gran error limitar la acción política a ese terreno, porque eso implicaría dejar las cosas como están en el terreno de la economía (como esfera separada de la política), que es donde se ponen en juego los resultados técnicos que se derivan de los avances científicos. Si desde la política no se establecen reglas económicas menos despiadadas –y no solamente en el campo financiero, lo cual es cada día más perentorio- que las que vienen dominando nuestras vidas, creo que lo menos importante será abanderar la Ciencia como motor del Desarrollo, porque al Desarrollo le ocurre como a la Historia, que lo que más le importa es su propio avance, el cual está por demostrar que sea un avance propiamente humano, esto es, un progreso. Desgraciadamente la cita de Gabriel García Márquez en el artículo de Sánchez Ron va también en esta línea de ensalzamiento de la Historia Universal cuando dice (en 1985): "medio mundo celebrará el amanecer del año 2001 como una culminación milenaria".
Para terminar transcribo una cita del economista José Manuel Naredo, que creo viene a responder de alguna manera a los entusiastas de la ciencia como motor último de las sociedades del siglo XXI:
"Después de ver porqué y cómo la ley de la entropía rige no sólo para la energía sino también para los materiales, cabe concluir que la manipulación inevitablemente conjunta de ambos debe guiarse por criterios económicos y no sólo técnicos. Detrás de los límites que la tecnología impone a tales manipulaciones, debe levantarse otra frontera más estricta que valore el interés económico de las mismas. Pues si el hombre ha conseguido a nivel experimental romper y construir átomos y moléculas o fabricar nuevos materiales que no existían en la naturaleza, se impone considerar si resulta posible y económicamente pertinente generalizar la aplicación de tales experimentos a escala planetaria como instrumentos útiles para mantener y enriquecer a la especie humana. La ciencia económica debería preocuparse de sentar el aparato conceptual y teórico necesario para analizar estos aspectos, que los practicantes de las ciencias de la naturaleza, en la euforia de sus conocimientos parcelarios, suelen perder de vista. Lo cual, con el apoyo de estados o empresas que no acostumbran a razonar a este nivel de globalidad, sino a otros mucho más parciales e insolidarios de una ciencia económica servil a estos enfoques, ha llevado a que un puñado de países industrializados desarrolle tecnologías cuya aplicación generalizada puede ser incompatible con el mantenimiento de la biosfera y de la especie humana." (La economía en evolución, Editorial Siglo Veintiuno).
                                                                                                                      Abril de 2012


(La educación española)
Luis Miguel Santos Unamuno escribió hace unos días en el periódico (Presente contra futuro, El Pais, 10.12.2013: http://elpais.com/elpais/2013/12/09/opinion/1386606812_978423.html) ciertas opiniones sobre la Educación en España que me gustaría comentar. Me parece que presentar, como hace él, las dos posibles causas del fracaso educativo en España como excluyentes: o el sistema educativo o la sociedad, es un error, pues resulta evidente que ambas causas forman parte del origen del problema y además están relacionadas. Una buena prueba de esto la vamos a experimentar muy pronto por desgracia, pues la LOMCE entrará en vigor y la calidad de la educación caerá aún más, entre otras cosas por el enorme recorte presupuestario que va a suponer esta ley con respecto a la anterior, por mucho que el señor Ministro se empeñe en negarlo, pero no sólo por esto. Como la sociedad no va a cambiar en tan poco tiempo, no será achacable a ésta el previsible empeoramiento de la Educación (de hecho esto es lo que viene ocurriendo desde hace años en Comunidades como la de Madrid, que ha sido pionera en algunas de las medidas que ahora introduce la nueva ley estatal). Conclusión: el sistema educativo, que incluye cuestiones tan de detalle pero tan importantes como son el número de becas, cómo se reparten y su cuantía, influye y mucho en la calidad de la Educación.
De todas formas, si yo estuviera equivocado y resultara que, como dice Luis Miguel Santos Unamuno, la causa fundamental y única del estado de la Educación se debe a la sociedad española, en contraste con la sociedad finlandesa, esa gran triunfadora, entonces el autor debería haber concluido en buena lógica a la manera del otro Miguel de Unamuno, el filósofo, diciendo: "Que inventen ellos", pues a esta alturas de la Historia el caso español debería darse por perdido.
Además, en un inusitado ejercicio de retórica, el autor relaciona, entre otras cosas, el absentismo escolar (un 25% en el instituto en el que trabaja Santos Unamuno, aunque él también se abstiene de informarnos acerca de la representatividad de dicha cifra en relación con el resto de centros existentes) con el absentismo laboral (ausencia de datos por su parte, aunque me temo que el dato real queda muy lejos de ese 25% de absentismo escolar con el que se pretende comparar) o incluso con los trabajos en la economía sumergida, estos últimos elegidos, como todo el mundo sabe, tan libremente como se elige faltar a clase, así como con resultados y consecuencias equiparables. Lo que sí es un 25% (un 20% según las estimaciones más optimistas) es el porcentaje de la economía sumergida con respecto al PIB, pero resulta que los máximos responsables de esto son los patronos y no sus empleados, ya que, según los datos de los Técnicos del Ministerio de Hacienda, alrededor de un 75% de esa economía sumergida se debe a medianas y grandes empresas que facturan más de 6 millones de euros al año. Pero parece que con sus ejemplos Santos Unamuno ha querido distorsionar la realidad para intentar convencernos de forma torticera de que la inmoralidad del alumno que hace novillos, que se supone consiste en faltar a su deber de asistir a clase, es sin más imitación de la inmoralidad de la persona cercana al chaval que decide trabajar en la economía sumergida.
Diciembre de 2013

(La libertad de Vargas Llosa)

Leí un artículo de Mario Vargas Llosa en El País (http://elpais.com/elpais/2014/01/24/opinion/1390564257_262878.html) y, aunque no es la primera vez que escribe cosas así ni probablemente la última que yo las lea, no dejó de sorprenderme y de indignarme, porque además seguro que hay gente que, como escribe tan bien y es que, claro, es VARGAS LLOSA, todo le parece estupendo. Decía, por ejemplo, "...en las democracias más avanzadas, donde, con diferencias más de matiz que de esencia, entre democristianos y socialdemócratas y socialistas, liberales y conservadores, republicanos y demócratas, hay unos consensos que dan estabilidad a las instituciones y continuidad a las políticas sociales y económicas...", y uno no sabe si se está riendo de uno, o no se ha parado a pensar lo que ha escrito, o se refiere a algún tipo de continuidad discontinua.
Además el azar ha querido que hoy yo haya releído una reflexión de Sánchez Ferlosio en su libro Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (Editorial Destino) que dice así: "Pasiones y principios tienen de común la irresponsabilidad de no reparar en consecuencias. ¿Acaso Fiat iustitia et pereas mundus es menos ciego y absoluto que Right or wrong my country? La sospecha de que un principio puede no ser, a la postre, más que una pasión aumenta al considerar que el primer -o último- juicio parece que tiene que ser necesariamente, por su sola posición, un juicio de valor. Y ahora, al mirarlas por segunda vez, encuentro que las dos consignas ponderadas están insospechadamente próximas." Pues eso, que si en lugar de Que se haga justicia, aunque perezca el mundo, Sánchez Ferlosio hubiera escrito lo que afirma Vargas Llosa hacia el final de su texto: La libertad, valor supremo, es una e indivisible y que ella debe operar en todos los campos para garantizar el verdadero progreso, el sentido no habría cambiado lo más mínimo.

                                                                                                          Enero de 2014

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