domingo, 10 de julio de 2016

                       Sobre la moderna psicopedagogía


He encontrado por casualidad una entrevista a Ricardo Moreno, que fue mi profesor en segundo de carrera, y de quien recuerdo perfectamente que nos dijo un día: "Yo soy profesor en un instituto, o lo que es lo mismo, me dedico a domar fieras". El hombre era muy amable y buen profesor, y además se pasó de bueno en el examen porque lo puso bastante fácil y dio varios sobresalientes. El caso es que estoy muy de acuerdo con sus opiniones: http://www.elmundo.es/sociedad/2016/02/26/56cf824346163fe7468b45b5.html.

Hay quien piensa que la escuela debe tener en cuenta las necesidades de los alumnos y las dificultades de las personas de clase baja, argumentando que la escuela está pensada para el “saber-hacer de la clase media y alta”. Yo pienso que las necesidades de los alumnos con necesidades especiales se atienden bastante bien desde hace años, aunque los recortes en Educación han tenido un impacto importante. Pero, dicho sea de paso, atender las necesidades de los alumnos, así en general, suena, no por casualidad, a atender las necesidades de los clientes, que es uno de los falsos principios del capitalismo moderno. Volviendo al tema, y dejando a un lado los efectos de la gestión de la crisis (y no de la crisis sin más, como se suele decir), el hecho cierto es que hay más gente de clase baja que de otras clases que obtiene los peores resultados académicos y que abandona la escuela, y esto no se debe a una mala aplicación de la pedagogía por parte de los profesores, creo yo, sino más bien a la poca importancia que se le da a los estudios en esas casas (¡ojo! que no estoy culpando a las familias sin más, pues soy consciente de los condicionantes sociales) y a los barrios donde suele vivir mayoritariamente la gente de clase baja, que determinan enormemente el nivel académico en las aulas. Para lo primero, la única solución que se me ocurre es escolar, que haya más refuerzos y menos alumnos por clase me parece fundamental; y para lo segundo, hace falta una política urbanística distinta, en la que se mezclen en todos los barrios gentes de todas las clases, como, por lo visto, ocurría en París hace 40 años, antes de que se abandonara a la gente (inmigrantes, principalmente) a su suerte y se dejaran crecer desmesuradamente las banlieues con gente pobre, hasta llegar, voila!, al problemón que tienen allí, por poner un ejemplo.  
Es decir, una cosa es la cuestión académica y otra la social, y aunque ambas están relacionadas, hay que buscar soluciones para no deteriorar el nivel educativo en las escuelas. Estas soluciones, que tienen que venir por la vía de la políca principalmente, son bastante más complejas y caras de lo que piensan y proponen los psicopedagogos.
También se oyen continuamente alegatos contra la memorización de cualquier cosa, pero es indudable que para llegar a saber un poco sobre alguna materia hace falta memorizar, pero no para vomitarlas como un papagayo el día del examen, sino porque a uno le resulten interesantes, y esto ya depende de dos cosas: que el profesor sepa enseñar bien y que el alumno tenga cierta predisposición a aprender o, por lo menos, no rechace todo lo que le cuentan en la escuela. El esfuerzo no es un valor en sí mismo, pero cuando una asignatura no te gusta, y siempre las habrá, no queda más remedio que esforzarte, y todo lo demás, como lo de aprender jugando (más allá de los primeros cursos y sólo a ratos), aprender a aprender (más allá de las dos o tres técnicas de estudio que se pueden aprender, pero los pedagogos no se refieren a esto) o dejar que los niños descubran las leyes de la Física por sí mismos (la experimentación está bien, pero sin el conocimiento teórico que requiere horas de estudio, no sirve para nada), son locuras de psicopedagogo. 
En Francia, las Hautes Ecoles han hecho muy bien dejando la forma clásica de enseñar como estaba, igual que en Oxford y Cambridge han acertado al no querer implantar Bolonia en sus aulas. El nivel de la enseñanza media y de la Universidad bajó en España a partir de finales de los setenta, como seguramente no podía ser de otra forma, gracias a la democratización de las instituciones de enseñanza, pero a partir de los años noventa, cuando los psicopedagogos irrumpieron en escena, la cosa empezó a caer en picado, y eso ya no era necesario. Por cierto, acerca de cómo las Universidades se están convirtiendo en jardines de infancia, recomiendo encarecidamente el libro "El saldo del espíritu" de Antonio Valdecantos.
Para intentar demostrar lo contrario de lo que yo sostengo aquí apoyándome no en datos y estadísticas sino en las opiniones de profesores que, como Ricardo Moreno, han dado clase durante muchos años, es decir, para intentar demostrar que el nivel educativo no ha bajado en España durante las últimas décadas, que a nadie se le ocurra acudir a los famosos informes PISA, ni a nada parecido, entre otras cosas porque estos informes los elabora la OCDE, que no es precisamente una organización que destaque por su interés en eso del desarrollo espiritual e intelectual pleno de las personas, sino más bien en el rendimiento de las mismas de cara a su inserción más eficaz en el mercado laboral. Es fácil imaginarse que el nivel de las pruebas PISA, pero no los resultados de las mismas, habría variado sustancialmente si se hubieran empezado a hacer hace 30 o 40 años, y que esto, por otra parte, a la OCDE le habría dado exactamente igual. En la Wikipedia se dice lo siguiente sobre dichas pruebas: "Las soluciones de los estudiantes se registran digitalmente y se envían al centro del proyecto internacional en Australia, donde se evalúan. Ahí, las preguntas y los problemas se califican como “correctos” o “incorrectos”. Según la cantidad de estudiantes que hayan respondido un problema de forma “correcta” se define la “dificultad” del problema. Dependiendo también de la cantidad de problemas que haya resuelto un estudiante, se reconoce un margen de valores de competencia “plausibles” en el mismo".

Como mencionaba al principio, hay gente que sostiene que es muy arbitrario lo que se valora en la escuela y que quienes lo deciden son muy a menudo gente de clase media-alta y urbanita. Al final, dicen, el ideal es un joven de ciudad con un titulo de ingeniero y que sabe de historia y literatura, y parece, continúan diciendo, como si ser culto fuese fundamentalmente tener conocimientos en ciencias sociales, saber de ciencias o tocar un instrumento, y que saber cultivar un huerto o coser, por ejemplo, es menos lucido.
A quien piensa así yo le diría que en la escuela (y no en la formación profesional, donde sí se enseña costura, horticultura, ganadería, albañilería, carpintería, etc), por muy variadas que parezcan las "cosas que se valoran", es decir, que se enseñan y aprenden, yo no creo que sean en absoluto arbitrarias, ya que desde la historia hasta las matemáticas, pasando por la música o la pintura, resulta que lo que tienen en común (o deberían tener, ya que hoy en día se imparte toda clase de morralla en pie de igualdad con las asignaturas clásicas) todas ellas es la pertenencia al mundo del espíritu, mientras que coser o cultivar la tierra son "hijas de la necesidad", lo cual no quiere decir que uno no pueda disfrutar practicándolas, por supuesto. La escuela es, para muchos, el primer y único contacto con las materias del espíritu y del intelecto, y recortar el tiempo que se les dedica sería disminuir las posibilidades que tienen para desarrollarse plenamente, y para esto, para el desarrollo espiritual e intelectual pleno, no vale cualquier cosa, es decir, sólo valen la historia, la pintura, las matemáticas, la lengua y unas pocas más, mientras que, por el contrario, no parece que haya forma de discernir cuales de todas las actividades de tipo práctico que existen son las más idóneas para ser enseñadas en la escuela.
Cosa distinta es eso del prestigio social que aporta un título universitario (si es de ingeniero o médico mejor, claro, ya se sabe), así como el hecho de ser culto. Esto no tiene mucho que ver con aprender con placer las materias concretas que los buenos profesores enseñan. Una de las peores cosas que uno puede hacer es pretender ser culto o estudiar para ganarse un prestigio. Al culto su cultura le reporta placeres de la misma manera que al capitalista se los dan sus riquezas, ambos persiguen (y a menudo consiguen) epatar.

Por otro lado, no creo que tener una buena autoestima y saber expresar los sentimientos propios ayude a aprender y a ser curioso, como sostienen los psicopedagogos. Al menos a mí nunca me ha ayudado a aprender ni a tener más curiosidad por nada, pero también es verdad que nunca le he dado mucha importancia a eso de la autoestima. Pero tampoco creo que sea el caso de los que más y mejor aprenden ni de los que, justamente para ello, mantienen una curiosidad genuina a lo largo del tiempo, pues estos, entre los que se encuentran los que verdaderamente aportan alguna cosa de valor a la literatura, el arte o la ciencia son, muchas veces, unos inadaptados sociales, tienen la autoestima por los suelos o son incapaces de expresar sus sentimientos en público.
Esto no quiere decir que, si un niño cree que es un tonto que no sirve para nada o se muestra incapaz de expresar mínimamente lo que siente, no haya que ayudarle también en la escuela. Pero eso de que cuanto más alto tengamos la autoestima todos, niños y mayores, mejor, siempre me ha parecido un error, porque, además de sonar muy vacuo y cursi, nace de la "ética del self" (los primeros libros que hablaron de la autoestima fueron los libros de autoayuda anglosajones), que es mucho peor que la "ética de la perfección", es decir, la idea de que uno debe intentar siempre ser mejor de lo que es, porque buenos, buenos, lo que se dice buenos, a poco que nos miremos con un poco de honestidad, no somos nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario