martes, 11 de octubre de 2016

Los retos te harán feliz

      Un día vi un anuncio del Banco Sabadell por televisión en el que aparecían dos actores, José Coronado y una chica joven, conversando mientras caminaban por una ciudad. Él le decía a ella: “La vida no es conseguir un objetivo sino luchar por conseguirlo, ahí es donde se es feliz, porque cuando consigues el objetivo ya no eres feliz. Lo que te da la felicidad es luchar por ese objetivo, pienso yo, ¿sabes? a mí me pasa…” Después me fui a la cama y, al desvestirme, le di sin querer una patadita a una de mis zapatillas de felpa y se coló debajo de la cama. Tuve que agacharme para recogerla y ponérmela, y, entonces, las palabras de José Coronado volvieron a mí como un fogonazo de luz. Me dormí rápidamente, pero tuve un sueño intranquilo.
     A la noche siguiente le di un patadón a la zapatilla para que se colara bien adentro bajo la cama. Me agaché con rabia y repté alegremente hasta alcanzar la zapatilla. Así me entretuve durante varios días seguidos hasta que una noche salí al balcón y tiré con disimulo una de las zapatillas a la calle. Salí corriendo escaleras abajo con un pie descalzo y recuperé la zapatilla. Aumenté la hazaña –y el placer que me producía realizarla- al día siguiente tirando las dos zapatillas y esperando dentro del portal a que pasara alguien por la calle y se las llevara, pero no hubo éxito y tuve que recuperarlas sin más. A la noche siguiente, sin embargo, repetí la operación y, después de esperar más de una hora con los pies helados de frío, pasó un mendigo que recogió las zapatillas. En ese momento salí y le empecé a gritar insultándole por ladrón, pero salió despavorido tirando las zapatillas al suelo. Me habría gustado que el hombre hubiera ofrecido un poco de resistencia, pero de todas formas disfruté mucho.
      Cuando se me acabaron las ideas, decidí pedir ayuda a mi mujer. Fue ella la que propuso esconder las zapatillas para que las buscara antes de acostarme. Las primeras veces no me costó mucho encontrarlas, hasta que llegó el día en que no las pude recuperar. No perdía la esperanza, aunque a veces, de madrugada, caía rendido y sólo dormía unos minutos antes de que sonara el despertador para ir al trabajo. Pese a todo, la gente me decía que se me veía muy feliz, y yo asentía con una sonrisa, pero no les desvelaba el secreto de mi éxito.
Empezaba a aburrirme con el juego cuando de pronto un día vi otro anuncio, de un coche (un Audi, creo), en el que decían: “Quiero ser astronauta, dibujo animado, especialista de cine, pirata, estrella de rock, o de jazz, hombre invisible, mago... Quiero hacer submarinismo, equitación, skate...Quiero tener un late night, un club de fans, una mascota, un superpoder, un arco láser, y encontrar el amor de mi vida dos, tres veces. Pero en esta vida no puedes tenerlo todo, ¿o sí?” Y he visto la luz de nuevo: encontrar el amor de mi vida dos veces, tres, etc. ¡Esto sí que es un desafío a mi altura! Sé que puede ser difícil planteárselo a mi mujer, estamos bien juntos, pero debo hacerlo cuanto antes porque sé que, en el fondo, ella desea tanto como yo liberarse para encadenarse infinitas veces. Quizás esto no tenga nada que ver con el amor, pero nosotros siempre estuvimos de acuerdo en las cosas importantes; y si tenemos que separarnos, que así sea.

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