viernes, 4 de noviembre de 2016

                                                   La revolución educativa

Propaganda de Google y Samsung con forma de noticia: http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/05/13/actualidad/1463136228_177046.html. Si en todos los lugares donde aparece la palabra “experto”, se dijera “experto en dispositivos electrónicos”, la trampa de la noticia quedaría totalmente al descubierto, pues no se cita ningún otro tipo de experto.
En las aulas inteligentes, en lugar de libros, se usan tabletas digitales para “gestionar las clases y potenciar la innovación”. Pero, ¿cuál es el objetivo de la innovación? Ninguno concreto, pues es un fin en sí mismo, como lo son la felicidad, la amistad o el amor, ya que se trata de que las personas se enriquezcan a sí mismas innovando. Así, cuando el día de mañana se incorporen al mercado de trabajo podrán disfrutar innovando al mismo tiempo que trabajan, sin importarles que los productos innovadores que ayuden a crear en sus empresas sean la base del capitalismo actual (y futuro, es de suponer): sin innovaciones permanentes, es decir, sin productos nuevos que se conviertan en viejos en el mismo momento de su adquisición por parte de los consumidores y que no harán otra cosa más que aumentar los deseos de consumir más innovaciones, la rueda loca del sistema económico no podría seguir girando cada vez a mayor velocidad.

            Dice un experto citado en la noticia que “la mayoría de nuestros centros no han cambiado nada en dos o tres siglos. Allí se están formando los profesionales del futuro, así que tienen que estar adaptados a las necesidades actuales.” Y lo primero que se le viene a uno a la cabeza es que si dichos centros han aguantado tanto tiempo sin cambiar debe ser porque algo bueno debe haber en ellos para que sigan funcionando sin que las autoridades competentes hayan hecho nada para modificarlos. Pero esta es una visión caduca y errónea, dirán los expertos en tecnologías educativas, porque en realidad las inercias del mundo real son muy fuertes como para poder cambiar lo que se lleva haciendo mal durante siglos. Y el argumento definitivo se ve en la segunda afirmación del citado experto: “adaptación a las necesidades actuales”, que no son ya las matemáticas, la lengua o la historia sino los medios que se deben usar para aprender las mismas. Si el medio es suficientemente atractivo, las materias de estudio lo serán automáticamente, por eso insisten en que, de todos los beneficios que aportan las nuevas tecnologías al aprendizaje, el más destacable es la motivación de los alumnos, como atestigua la profesora Silvia Casquete: “Antes les decías a los chavales que sacaran el libro por la página 36 y la respuesta siempre era ¡Qué rollo!. Ahora no hace falta que les pidamos nada y ya está la tableta encima de la mesa para trabajar.” Además de todo esto, al estar “adaptados a las necesidades actuales”, podrán adaptarse mucho mejor a las necesidades futuras, cuando ya sean trabajadores, y de esta forma ser más productivos y estar más integrados en la sociedad.

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